
Mientras se acomoda, su interior se estremece, tiene frío y hambre y recuerda que no ha comido nada en todo el día, de lo que se siente orgullosa. Se dirige a la cocina, mira en la alacena y sólo encuentra paquetes de galletas, dulces, algunos fideos, arroz, aceite, sal. Baja la mirada y ahí estaban; los cigarrillos de su madre. Llena el hervidor, y espera a que el agua esté lista. Una cucharada de café en la taza más grande, algunas gotas de endulzante, y vuelve a la tranquilidad del corazón de la casa. Se sienta, prende un cigarro, se cobija entre el sillón y las mantas, toma el control y prende el televisor, y como es de costumbre, rápidamente se prepara para ver una película la cual no entiende hasta pasado los veinte minutos, pero no importa. Nada importa. Mira hacia arriba y suspira, la taza está vacía, el cigarro ya se acaba, el sexto cigarro, unas cuantas películas, y escucha el despertador que grita con desesperación en su habitación. Ya es hora, prepara su ropa, los demás despiertan, y somnolienta se va a la ducha, la cual no ayuda en nada, siente su cuerpo pesado, no tiene ganas de ir al colegio, pero ¿cuando ha importado si quiere o no? ¿Cuando un no ha sido un no? Nunca. Se viste, seca su pelo, se mira al espejo y no quiere ver lo que ve, toma su abrigo, se aleja.